Tejer comunidades energéticas, un reto fundamental

Somos mucho/as, especialmente en estos dos últimos años, los/las ciudadanos/as que nos hemos comprometido a crear y poner en marcha una Comunidad de Energías Renovables en nuestros pueblos y barrios. Aunque en muchos casos no sepamos mucho de cooperativas y energías renovables, los síntomas del cambio climático que cada vez sentimos más cerca, y las consecuencias de la crisis múltiple que estamos viviendo, nos han llevado a crear proyectos, como hemos hecho en otras crisis, gracias a la organización comunitaria.

Probablemente en esta ola de generación de proyectos ha tenido mucho que ver la turbulencia del cambio en el precio de la energía, así como el impulso jurídico y económico recibido de Europa para crear comunidades. Pero creo que la tradición que hemos tenido en Euskal Herria de responder a las necesidades desde la ciudadanía organizada y el cooperativismo ha allanado mucho el camino.

Nos hemos unido muchas personas que también trabajamos con energías renovables o cooperativas en nuestro día a día.

Tengo la sensación de que, a pesar de contar con la colaboración de expertos y administraciones públicas en los procesos de las comunidades, existe una sensación compartida de haber recorrido el camino en solitario, con pocas relaciones con otras Comunidades de Energías Renovables, cada una haciendo su propio camino. ¿Y cómo es posible que esto haya ocurrido si la mayoría somos cooperativas, y la intercooperación está incorporada a nuestro ADN? Sospecho que es consecuencia del esfuerzo de activación y organización que requieren los proyectos comunitarios y de la mirada hacia dentro que esto conlleva.



La creación de la cooperativa Ekiherri de Errenteria, de la que soy socio, ha sido un proceso de casi dos años en el que, una vez creado, ha sido imprescindible ir poco a poco entablando relaciones con otras comunidades energéticas, levantar la mirada y empezar a ver de forma estratégica el camino que tenemos por delante, empezando por las necesidades del día a día, socializando los problemas y necesidades que tenemos, y respondiendo a la complejidad en colectivo.

Así, las comunidades que hemos surgido en las diferentes comarcas hemos creado junto a las de Debagoiena el germen de una interesante red de relaciones.


Si hubiéramos creado antes la red de contactos, nos habríamos ahorrado muchos dolores de cabeza, pero como se aprende recorriendo el camino, nos hemos dado cuenta de que para hacer con mayor facilidad y protección la creación y puesta en marcha de cada comunidad, es necesario una red entre comunidades. Crear en un primer nivel con la ayuda de los conocimientos de los demás, después en un segundo nivel para dar respuesta a una serie de necesidades materiales que la proximidad puede proporcionar; gestión administrativa, dinamización, información a la ciudadanía, contratación de personal, y las que puedan surgir. Pero además existe otro nivel de entretejido necesario para responder a retos materiales y sociales más complejos; necesidades de digitalización, instrumentos de financiación, proyectos territoriales, capacidad jurídica y estrategias para una transición energética justa

Por lo tanto, hemos aprendido a través de la práctica que tejer redes es imprescindible y que además deberemos hacerlo en niveles de intercooperación de abajo a arriba, proponiendo formas de estructuración amplias, diversas y eficaces. ¡Empecemos a coser caminos!